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Antecedentes biofísicos (Wolfgang Ludwig †)

   

El conocimiento de que la información tiene, por lo menos, la misma importancia que la masa y la energía se lo debemos a los investigadores C.E. Shannon y W. Weaver, quienes se basaron, entre otros, en los trabajos del técnico de comunicaciones alemán K. Küpfmüller (1897-1977). De la teoría de información de Shannon se deduce, particularmente, que técnicamente es posible reconocer una señal muy débil cubierta de muchas señales parasitarias mayores, algo que nuestro organismo domina con mucha más destreza todavía que la electrónica actual.

El flujo de las informaciones en el cuerpo humano no se mantiene sólo por los sistemas nerviosos vegetativo y central (así como, materialmente, por la circulación sanguínea y linfática), más bien existe, además, una red de informaciones todavía poco conocida en la medicina estándar que con toda probabilidad es idéntica al sistema de meridianos. En este campo, han trabajado, especialmente, A.F. Lawrence y W.R. Adey.

De cortes de tejidos, se sabe que, en los mamíferos, cadenas peptídicas de varios centímetros se unen, de dos en dos, mediante puentes de hidrógeno para formar las llamadas escaleras de cadenas. Tales sistemas se denominan conductores de Lecher en la electrónica, ya que fueron construidos por el físico austríaco F. Lecher (1856-1926) en 1889. Dichos conductores poseen la propiedad de transportar, con muy pocas pérdidas, las señales, con las cuales se encuentran en resonancia, a través de trayectos relativamente grandes. (En los tiempos iniciales de la radio de ondas ultracortas estos conductores se conocían como cables de cinta plana.)

 
   

Ya que los puentes de hidrógeno presentan un enlace bastante débil, los conductores de cadenas peptídicas se descomponen constantemente, sin embargo, se forman renovadamente, es decir, se presenta un equilibrio dinámico de orden. En algunas secciones, sin embargo, estas cadenas ya no se pueden comprobar, porque sólo existen en organismos vivos, lo que también es la razón de que estos meridianos no se hayan encontrado en cadáveres.

Si una señal electromagnética en resonancia llega a un conductor de cadenas de este tipo, la misma se transmite como onda de polarización (según H. Fröhlich) o como onda solitaria o solitón, respectivamente (según A.S. Davidov) (el llamado efecto de Meißner, según el físico austríaco A. Meißner, 1883-1958). Si la intensidad de la señal es mayor que la fuerza de correlación de los puentes de hidrógeno, entonces la cadena llega mecánicamente a una oscilación tan grande que rompe los puentes y el transporte se bloquea.

Sólo en la ventana Adey, esto es, cuando la muy débil intensidad de la señal se mantiene en la misma magnitud como la fuerza de correlación de los puentes de hidrógeno, es posible un transporte de la señal. De este hecho se deduce que es errónea la opinión que afirma que si señales fuertes no muestran efectos, menos lo podrán hacer señales débiles para sistemas no lineales, reticulares.

A través de los conductores de cadenas mencionados, se transmiten señales en el tejido y llegan, prácticamente, a cada punto del organismo, también a la superficie de la piel, donde pueden ser percibidas mediante electrodos. Si se colocan dos electrodos en diferentes lugares del cuerpo, se obtiene una señal diferencial que se puede medir fácilmente con la electrónica actual, como en el electrocardiograma, electromiograma o electroencefalograma. Igualmente, una señal se puede introducir al tejido del cuerpo por vía analógica. Si se utiliza solamente un electrodo, el mismo funciona como una antena que resuena parasitariamente, o sea, se obtiene una señal electromagnética en el margen de nanovatios, la cual no se puede medir todavía con la electrónica actual. Por esta razón, el método bipolar BIT descrito más adelante significa un gran avance (por no precisar de amplificación).

En electrónica, por principio, se usan sólo amplificadores que transmiten la señal de entrada invertida a la salida, o sea, la señal de salida tiene la posición de fase inversa en comparación con la entrada, por lo que se evita un retroacoplamiento positivo y, por ello, una autoexcitación. En los equipos TIB, sin embargo, fue previsto desde un comienzo también un funcionamiento equifásico entre entrada y salida, hasta conseguir una autoexcitación que sirve a modo de "ritmo modulador adicional" con el fin de estimular adicionalmente, mediante éste, los ritmos propios de los pacientes. Sin embargo, la frecuencia que se presenta en la autoexcitación no sólo depende de los parámetros del paciente, sino también de los del amplificador.

En caso de que no se utilice la amplificación (ya que, como se mencionó más arriba, no es necesaria), no puede suceder una tal autoexcitación. En la práctica, se pudo ver que algunos pacientes reaccionan mejor a la inversión, otros, a la no inversión. Esto depende de las propiedades electromagnéticas del tejido individual, ante todo, de su valor de pH. Es decir, los desfases dependientes de la frecuencia en el tejido corporal determinan la efectividad individual de la terapia.

En la mayoría de los casos, se emplea la regla empírica de que la inversión de señales sobre sustancias nocivas existentes en el cuerpo significa una descarga del organismo, ya que, al menos con frecuencias bajas, se logra una atenuación de las amplitudes de la señal. En caso de la no inversión, ocurre un ligera provocación, esto es, aumenta (con frecuencias bajas) la amplitud de la señal debido a la adición equifásica de señales propias del cuerpo con las señales devueltas por el equipo BIT. Con frecuencia, ocurre un aumento de los desfases en el tejido, por lo que la cuestión de un aumento o una disminución de las amplitudes se hace dependiente de la frecuencia.

En ensayos diagnósticos durante una terapia BIT en los cuales ni el médico ni el paciente sabía si el tratamiento se realizaba con o sin inversión, no se manifestaron diferencias inequívocas entre la inversión y la no inversión. Es cierto que ensayos en plantas resultaron en coordinaciones aparentemente claras (sin embargo, poco significantes), pero también aquí se deberían realizar estudios. Por esta razón, la pregunta acerca de la "inversión o no inversión" todavía es objeto de discusiones o investigaciones.

La terapia de informaciones exógena utiliza señales obtenidas en la propia naturaleza. En la terapia de colores, por ejemplo, es útil descomponer la luz solar natural espectralmente y almacenar los colores por separado. El sol no sólo irradia luz en la ventana visible de la atmósfera, sino también en la ventana de ondas ultracortas (las llamadas ondas solares; en este margen funciona hoy en día la radio vía satélite), por lo que estos elementos deberían incluirse igualmente.

En caso de las señales ambientales de frecuencias más bajas de la atmósfera (frecuencias de Schumann) o del suelo (frecuencias geomagnéticas), lo análogo es conveniente. Por ejemplo, la magnetita (el hierro magnético) contiene hasta 64 trazas de elementos, cuya resonancia natural tiene un significado fisiológico y las cuales faltan en imanes artificiales. Aquí también hay que mencionar las frecuencias de piedras preciosas y semipreciosas en la litosfera (la corteza de la Tierra) que pueden ser almacenadas por cristales naturales.

La combinación de BIT endógena y exógena, naturalmente, es más efectiva que la BIT endógena sola, lo que está causado por el hecho de que las señales ambientales naturales, a las cuales el hombre está adaptado desde su evolución, están hoy en día superpuestas, en gran medida, por señales técnicas ("electrosmog"), por lo que es necesario que la relación desfavorable entre señal útil y señal parasitaria vaya mejorándose por una ligera amplificación de las señales naturales. Como mostraron trabajos de R. Wever, basta para eso con señales terapéuticas de corta duración a intervalos de varios días.

Los trabajos de física cuántica de B. Heim, W. Dröscher y J.T. Muheim amplían la decisivamente la visión del mundo obtenida en este giro teórico, ya que de ellos se deduce que el aspecto material formulado hasta ahora presenta sólo una fracción (insignificante) de la realidad. La BIT no trabaja sólo en el nivel electromagnético, sino, principalmente, en el biológico. Ya en su época, W. Heisenberg (1901-1976) señaló en sus conferencias que no concuerda con lo ganado en el ámbito de la física cuántica, la creencia de que los fenómenos vitales puedan explicarse sólo con la química o la física, sino que más bien existe un segundo estrato del ser que tiene sus propias leyes lógicas, como B. Heim más tarde pudo describir más detalladamente.

 
   

Los críticos de la BIT trabajan, en la mayoría de los casos, con argumentos de la cosmovisión clásica del siglo XIX, en la cual todavía eran vinculantes tesis como la de que "la naturaleza no da saltos" (natura non facit saltus) o el “principio de tercio excluso” (tertium non datur). Ambas tesis se consideran hoy en día refutadas y no se les adjudica ningún carácter vinculante.

 
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