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Antecedentes de la historia de la medicina

   
  

El concepto "terapia de información biofísica" (en lo siguiente BIT) es una creación nueva y parte de la suposición de que todos los procesos vitales en el organismo son de naturaleza biofísica y se controlan a través de un flujo de información permanente. Detrás de esto se encuentra la idea de que la materia es sólo un aspecto parcial (pequeño) de la realidad (en efecto, según una constante natural ocupa solamente una milmillonésima parte). Por eso, para una descripción completa es indispensable el aspecto energético, el cual, según C. Rubbia (Premio Nóbel de 1984), es superior a la materia y determina su estructura.

Del mismo modo en que la luz puede entenderse como onda o corpúsculo (cuanto), la realidad puede entenderse también tanto de modo material (medición, ponderación, etc.) como de modo energético (en forma de modelo holográfico de ondas-interferencias).

Ya en el nivel atómico, a cada partícula elemental le pertenece un campo (eléctrico). En las reacciones químicas actúan primordialmente estos campos entre sí, y no las partículas. Esto es, la formación o descomposición de estructuras materiales es un proceso meramente biofísico y se denomina, por esta razón, acoplamiento de campos. Los desplazamientos de energía necesarios para esto surgen por la absorción (o la emisión) de fotones, es decir, de cuantos de energía. Son ellos los que desencadenan los procesos químicos. Los mismos cuentan también con la velocidad necesariamente alta para tal empresa (la cuota de impulsos es de 109 Hz).

Cada estructura material, y aquí hay que incluir también al cuerpo humano, se puede entender como un sistema de oscilaciones constituido de modo complejo que surgió por la interferencia con frecuencias individuales de los innumerables átomos y moléculas y es absolutamente específico para el tipo y la composición de la estructura correspondiente. Es preciso destacar que estos campos complejos pueden mostrar un alto grado de orden hasta en la materia inorgánica (por ejemplo, metales), lo que se puede demostrar en las estructuras pertinentes mediante las absorciones microscópico-electrónicas.

 
   

 

 

Fig.1:
Vértice de platino
aumentado
100.000 veces.

El organismo vivo varía este orden según su necesidad. En caso de una inflamación aguda, hablamos de un caos determinista (ya que se trata de una reacción orientada de curación), en el caso de tejido sano, de un orden dinámico. Al mismo tiempo, el grado de orden decide sobre la capacidad de adaptación a estímulos ambientales, para lo que es decisiva la capacidad de una regulación rápida del metabolismo.

En este lugar, sin embargo, hay que confirmar claramente un hecho. ¡Lo primero que se da es el campo, y no la materia! La materia debe ser considerada como una función del campo, ya que se desagrega una y otra vez (en energía, fotones) y se forma sobre la base de un campo estable del mismo modo siempre de modo renovado. Los campos conforman en este contexto estructuras vortiginosas que se envuelven o desenvuelven. La masa se corresponde con el estado de un vórtice máximamente desenvuelto. Ese es el contexto del que surge el Principio de la incertidumbre de Heisenberg, según el cual puede ser determinado o bien el lugar o bien el tiempo de la aparición de un electrón, pero nunca ambos al unísono. En física cuántica se habla, entonces, de una “indeterminación” del campo.

Los cuantos energéticos de interacción (bosones W y Z) son superiores a la materia (véase C. Rubbia). El campo oscilatorio es característico, individual y, con esto, inconfundible para la estructura material correspondiente.

El nombre más afamado de los que aparecen en este contexto teórico es el de Nikolas Tesla, quien ya en el siglo XIX ofreció innumerables desarrollos en esa línea y realizó experimentos con nuevas formas de energía. Hasta hoy no han sido valorados suficientemente los resultados de sus investigaciones y algunos incluso no han llegado a ser del todo comprendidos por la comunidad científica.

En la década de los veinte del siglo pasado, algunos científicos llegaron a la idea – posiblemente incitados por los nuevos conocimientos aportados por Einstein – de investigar de un modo más exacto los aspectos energéticos del ser humano. Además de nombres como Abrams, Rife y W. Reich, a quienes es necesario mencionar aquí, los trabajos más conocidos son los de Lajovski y del ruso A. Gurvich, el cual descubrió aproximadamente en 1930 que determinadas propiedades de los organismos vivos se pueden transmitir electromagnéticamente. Él experimentaba con cultivos de bacterias, cuyas propiedades virulentas se podían transmitir a través de vidrio de cuarzo, donde el vidrio servía, sin embargo, de pantalla antiparasitaria. Estos primeros experimentos exitosos sirvieron de estímulo para una intensa actividad investigadora y también ofrecieron una base para los trabajos ulteriores de F.A. Popp sobre los biofotones. También la fotografía de Kirlian muestra indirectamente que los organismos irradian campos que llevan a la modificación de determinados estados funcionales según sean alterados. Esto puede suceder debido a influencias ambientales o puede ser la consecuencia de una terapia.

La comprensión de estos fenómenos, sin embargo, surgió sólo por los cálculos del físico alemán B. Heim conjuntamente con el austríaco W. Dröscher (Teoría General Ampliada de Campos Cuánticos), así como los trabajos del físico suizo J. Muheim (+1997). Fue mérito del biofísico W. Ludwig el haber transmitido estos complicados resultados de forma comprensible para el lego (por ejemplo, en diferentes publicaciones y en su libro "SIT (TIS) - Terapia de Informaciones de Sistema", Editorial Spitta 1994) y de haberlos completado mediante sus propias investigaciones (mediciones espectroscópicas).

Además, existen a nivel mundial resultados de investigación significativos que, parcialmente, llevaron a ideas completamente nuevas sobre los organismos vivos, de W.R. Adey, Del Guidice, C.W. Smith, entre otros. Se pudo demostrar que los procesos de control en el organismo, debido a su alta velocidad (¡aproximadamente 1018 reacciones químicas por segundo en el organismo!), sólo pueden ser de naturaleza energética, que nuestro cuerpo es capaz de almacenar informaciones, que el ADN en estado de excitación entra en llamados estados excipléxicos y trabaja bajo el umbral de láser, que nuestro sistema nervioso tiene un modelo holográfico que se conforma por radiación máser (véase el "Modelo Funcional Neuronal"), que cambios en el tejido sólo son posibles a través de la reprogramación del campo energético de control correspondiente, etc.

El premio Nobel Erwin Schrödinger fue el autor de la formulación decisiva acerca de estos fenómenos: “los sistemas vivos son sistemas coherentes. Quien no entienda nada sobre los sistemas coherentes, no podrá comprender nada acerca de los estados coherentes de los sistemas vivos.”

Hubo que revisar, entonces, de modo fundamental el concepto de la materia. La materia se divide en tres aspectos: masa-energía-información. Y los campos potenciales generan la estructura. La estabilidad aparente de la misma sólo está garantizada mientras los campos efectivos no estén sometidos a cambios. Las mismas partículas tienen una vida muy corta y son inestables de manera pronunciada. Según Sheldrake, la materia es sólo una compactación en los puntos de intersección de haces de energía.

H. P. Dürr, quien recibió el premio Nobel alternativo y era discípulo y amigo de Heisenberg, aseguró: “dentro del átomo la materia o existe sólo como onda o no existe en absoluto.”

Hasta el momento en que las bases de la física cuántica fueron progresivamente aclaradas, la estabilidad aparente de la materia había seducido durante varios siglos a los científicos, y los había llevado a suponer que todo nuestro universo está sujeto, indiscutiblemente, a leyes mecánicas (según I. Newton). Desafortunadamente, las leyes mecánicas lineales se transfirieron también al estudio del hombre, perdiéndose así la consideración para los procesos funcionales dependientes del tiempo. Sólo con Einstein este dogma fue perdiendo terreno. Desgraciadamente, la ciencia natural y la medicina siguen hasta hoy, sin renovarse, aferradas a unas ideas caducas.

Independientemente del espíritu científico dominante de la época, médicos y otros terapeutas, en el transcurso de toda la historia universal, han coleccionado empíricamente conocimientos que los capacitaban para realizar tratamientos con oscilaciones electromagnéticas. Esto se manifestaba, en primera línea, en las antiquísimas terapias con imanes y piedras preciosas, en las cuales, mediante la aplicación de imanes y determinados cristales en las zonas mórbidas del cuerpo, conseguían hacer desaparecer dolores y se generaban procesos de sanación. Además, los colores se empleaban muy tempranamente, o en forma de paños o de polvos teñidos, más tarde también en forma de radiación de color de zonas determinadas del cuerpo. También los sonidos obtuvieron importancia en la medicina y se mencionan ya en la Biblia.

 

 
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